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Lo que nos invita al conocimiento

Un gran festín marino

En todo nuestro planeta, la naturaleza tiene períodos de gran abundancia de alimento y lluvia, así como temporadas de sequía y hambrunas. Todos los seres vivos de nuestra amada Tierra tienen pues el trabajo de siempre aprovechar las buenas temporadas de agua y alimento que se presentan.

Ese año en especial, delfines, tiburones, focas y hasta gaviotas; sabían que se acercaba una gran temporada de caza, pues los bancos de sardina viajarían de un punto a otro de los océanos. Todos ellos viajaban por sus propias rutas con un solo objetivo: obtener buen alimento para todos los de su especie.

Cuando de pronto apareció el gigantesco banco de sardinas todos se detuvieron en ese punto. No se miraban entre ellos ni los tiburones con los delfines ni las focas con los tiburones y ni tampoco miraban hacia arriba en donde se arremolinaban las gaviotas.

Siendo tan diferentes todos estos animales podría pensarse que se atacarían entre ellos para quedarse con más. Y hay que aclarar que el grupo de sardinas era gigantesco de manera que no habría duda alguna de que todos podrían comer lo que quisieran sin ningún problema

Lo sorprendente es que al iniciar la caza, todos estos animales tan diferentes en muchos sentidos y sin embargo, viviendo en el mismo mar; unieron sus propias habilidades en una sola estrategia. Los tiburones y focas que tienen habilidades de velocidad en mar profundo comenzaron a cercar al banco haciéndolo subir hacia la superficie. Los delfines con su gran inteligencia y rapidez nadaron entre los pececillos dividiéndolos en grupos cuidando de no romper el cerco que los tiburones y las focas mantenían. Las gaviotas solo espectadoras avisando a las demás aves marinas.

En el momento en que las sardinas pudieron rozar la parte alta del mar todos con esa estrategia de grupo comenzaron a alimentarse en grandes cantidades. El festín era fenomenal y estos grandes animales unieron sus habilidades siendo competentes en la caza de ese alimento.

Quizá de manera grupal por especie hubiera resultado tediosa y a lo mejor sin tanto éxito. Pero con la unión de diferentes habilidades la meta de ser felices con la panza llena, todos estuvieron a gusto. Tanto que con sólo una mirada todos los animales se agradecieron entre sí el haber compartido la temporada de caza.

Es así como de manera inteligente se pueden alcanzar los objetivos, uniendo habilidades y sin egoísmo o codicia. Y cómo a pesar de ser tan diferentes pudieron aprovechar lo que el generoso mar les brindaba.

Casquito

La naturaleza tiene un modo extraño de ofrecernos su belleza. Y en el reino animal del que el hombre forma parte, existen un sinnúmero de especies con raras características y colores. Unos muestran su plumaje, otros sus habilidades, su fiereza y su valor para sobrevivir.

Y cuando los hombres se acercan a ese mundo, colocan nombres y definiciones de su comportamiento y de qué se alimentan y en dónde viven. Sólo unos pocos tienen la fortuna de conocer a tantos animales de cerca, la mayoría sólo en zoológicos o documentales y revistas. Pensemos en los veterinarios que los cuidan, en los cazadores que los matan y en los zoológicos que los encierran. Unos ayudan, otros los matan y los últimos los aprisionan.

Estoy entre los afortunados que por un tiempo tuvo el gusto de convivir con una extraña criatura, era pequeña cuando lo llevé a casa. La encontré desamparada a la orilla de la carretera cuando regresaba a casa después de unas gratas vacaciones veraniegas.

Era un bebé exótico no había duda, su piel era dura, con muchos pliegues como una armadura, con pelos y bigotes, con tonalidades cafés y blancas. Su hocico era alargado y sus orejas puntiagudas. Sus patas grandes y con garras. Una lengua larga y ojos pequeños y vivarachos.

Al principio mi hermano y mis papás lo acogieron con curiosidad y precaución. Lo bauticé como Casquito porque al sentirse inseguro y con miedo se hacía bolita como cubriéndose con un escudo o casco protector. Era tímido y nocturno. Dormíamos juntos y siempre se acomodaba debajo de mi camiseta como buscando el calorcito. Si estaba alguien sentado en la cocina, rascaba su zapato para pedir comida o un pequeño apapacho. Paseaba solo y en silencio, además era un poco cegatón. Ante su presencia uno podía sentir su ternura y él ofrecía una actitud amorosa y tranquila. Increíble que uno pensara en sentimientos trasmitidos por un ser salido de la selva donde siempre suponemos el ambiente hostil y de alerta. Y aunque ya no está con nosotros porque murió de manera inesperada, siempre extrañaré a mi buen amigo Casquito

Con su ausencia entendí entonces que no se debe juzgar a nadie por una imagen y apariencia porque eso no permitirá conocer a un gran amigo y crecer así más como persona. Lo que uno aparenta y lo que se es de verdad es muy distinto. Así que antes de etiquetar a alguien date la oportunidad de conocerlo.

Pensando en el mañana

¿Qué fue lo primero que registró mi mente después de haber nacido? ¿Cuánto tiempo pasó desde aquel momento para que mi mente pudiera hacerme llegar algún recuerdo?

Estas son algunas preguntas que mi anciano abuelo alguna vez me comentó, entonces era un muchacho de quizás diez o doce años y al paso del tiempo, esas también se convirtieron en mis propias preguntas. En aquellos días, me esforzaba por volver el tiempo atrás y sin embargo, pocos, demasiado pocos eran y son mis recuerdos, quizás el más lejano es aquel vago escenario. Me acuerdo encontrarme en una habitación muy bien iluminada y que mi vista era muy al ras del piso. Todo aquello me parecía enorme: la duela color crema muy suave, los muros que la circundaban, también eran de tonalidad muy clara, quizás almendra y aquellas altísimas ventanas de marcos obscuros por donde penetraban directamente los rayos de sol. Todo estaba impecablemente limpio y lo sentía demasiado grande, alto, quizás era aquel lugar una casa de gigantes, pues aquel recuerdo me mantenía con la perspectiva muy cerca del suelo, y desde ahí, percibía el aroma a madera, apreciar sus detalles, las vetas dibujadas en la duela, las juntas increíblemente rectilíneas y finalmente, mis manos, pequeñas y regordetas apoyadas sobre el piso. En el momento de pensar en aquel vago y borroso recuerdo me doy cuenta de que hasta hoy puedo describirlo y darle nombre a las cosas que en aquel lugar había. Evoco la suavidad de la madera y el sentir intenso del sol a través de las ventanas tanto que lastimaba mi vista, los sonidos eran fuertes y claros a mis oídos y aquel perfume capturado ávidamente por mi olfato, las percepciones de mis sentidos eran muy profundas. Es un recuerdo que hoy se confunde en mis pensamientos y hasta he llegado a pensar que quizás solo es parte de un sueño, pero al igual que estos, los recuerdos, sobre todo los más antiguos, se entremezclan confundidos entre la realidad y la fantasía.

¿Cuántas veces en tu vida has pensado en esto?, me decía el abuelo

Lo que hagas hoy, no lo dejes morir en la rutina, guárdalo en tu mente y en tu corazón, para que mañana tu vejez sea rica… ¿sabes por qué los ancianos se encorvan?, decía el abuelo

Porque ellos cargan en su espalda sus recuerdos, entre más anciana y encorvada encuentres a una persona, más pesada y grande es su sabiduría, por eso cuando ves que les cuesta trabajo andar, es porque su sapiencia es enorme.

Cuando tengas dudas, acude a los abuelos…

Cuando mi abuelo murió, se fue con una sonrisa, pues en verdad me enseñó a no perder de vista… mi propia vida.

Fin

Alejandro Rodríguez Gaitán

Akén y la Sandalia Mágica

De pronto Akén se quedó con la vista fija, incrédulo, no podía creer lo que veía, le causó asombro pues acababa de hacer un gran descubrimiento. Tal vez el ambiente que lo rodeaba, en aquel momento de soledad, la intimidad de su habitación, el ángulo en que la luz penetraba por su ventana o quizá todo en su conjunto influyeron en este hecho, mas no podía apartar su mirada, había quedado como hipnotizado, los ojos bien abiertos, casi desorbitados, por un momento, incapaz de mover ni tan siquiera un solo músculo… ni un parpadeo. Akén, miraba aquel objeto tantas veces utilizado, tantas veces pisado, cada día, cada noche, tantas veces necesario, una y otra vez sin haberse percatado de aquel gran detalle.

Como en tantas otras ocasiones se había inclinado a tomar aquel objeto tan de uso común y cotidiano, pero esta vez algo atrajo poderosamente su atención y parecía ser casualmente la posición en que el objeto se encontraba, no la usual sino en posición opuesta, es decir, boca abajo. Debería haber volteado aquel objeto y calzarlo, mas ese día, algo atrajo su atención, de tal forma, que lo único que pudo hacer fue levantarlo y acercárselo al rostro.

Lo tomó entre ambas manos con delicadeza, asiándolo con sus dedos por el perfil, poco a poco lo acerco y alejó a su vista girándolo una y otra vez, hacia un lado y hacia el otro. Akén, estaba fascinado, absorto, ¡Akén descubrió la suela en su sandalia de baño!, pero, por primera vez y a su corta edad observó algo más, algo que parecía escondido, insinuado, había un patrón, flechas ordenadas, sí, pero observó que estas jugaban ante su mirada, o su mirada jugaba ante aquel patrón? Entonces, Akén comprendió el mensaje oculto en la suela de su sandalia. De manera casual o quizás fortuita pero finalmente real.

La sandalia le mostró un principio, un orden y conforme él quiso escudriñar encontró el mensaje, el patrón ahí estaba, lo tenía en sus manos, solo tenía que ser curioso, entonces descubrió caminos, senderos, direcciones, módulos y hasta un lenguaje, ¿acaso la sandalia hablaba? En realidad no de la manera que la mayoría pensaría, pero sí, la sandalia hablaba un lenguaje extraño que solo aquellos elegidos podrían llegar a conocer. ¿Era todo esto realidad o era consecuencia de una imaginación desmesurada?

Akén se sintió feliz y se dio cuenta que en adelante caminaría con mayor firmeza sobre sus propios pasos, pues la sandalia le había mostrado el cómo y también le hizo ver que su suela no solo servía para hacer contacto con el piso.

De tal manera fue la increíble experiencia de Akén , que un buen día -se dice- llegó aún más lejos, cuentan que con el tiempo aprendió a mirar en su sandalia una extraña suela escurridiza, quizás un portal a una nueva y desconocida Dimensión, pero esto en realidad -dicen otros- es puro cuento, más Akén esto lo guardó solo para sí como su gran secreto y nadie o quizá pocos supieron si aquello fue verdad.

¿Alguna vez has mirado la suela de tu sandalia y experimentado la leyenda del gran Akén?

Fin

Alejandro Rodríguez Gaitán