La naturaleza tiene un modo extraño de ofrecernos su belleza. Y en el reino animal del que el hombre forma parte, existen un sinnúmero de especies con raras características y colores. Unos muestran su plumaje, otros sus habilidades, su fiereza y su valor para sobrevivir.
Y cuando los hombres se acercan a ese mundo, colocan nombres y definiciones de su comportamiento y de qué se alimentan y en dónde viven. Sólo unos pocos tienen la fortuna de conocer a tantos animales de cerca, la mayoría sólo en zoológicos o documentales y revistas. Pensemos en los veterinarios que los cuidan, en los cazadores que los matan y en los zoológicos que los encierran. Unos ayudan, otros los matan y los últimos los aprisionan.
Estoy entre los afortunados que por un tiempo tuvo el gusto de convivir con una extraña criatura, era pequeña cuando lo llevé a casa. La encontré desamparada a la orilla de la carretera cuando regresaba a casa después de unas gratas vacaciones veraniegas.
Era un bebé exótico no había duda, su piel era dura, con muchos pliegues como una armadura, con pelos y bigotes, con tonalidades cafés y blancas. Su hocico era alargado y sus orejas puntiagudas. Sus patas grandes y con garras. Una lengua larga y ojos pequeños y vivarachos.
Al principio mi hermano y mis papás lo acogieron con curiosidad y precaución. Lo bauticé como Casquito porque al sentirse inseguro y con miedo se hacía bolita como cubriéndose con un escudo o casco protector. Era tímido y nocturno. Dormíamos juntos y siempre se acomodaba debajo de mi camiseta como buscando el calorcito. Si estaba alguien sentado en la cocina, rascaba su zapato para pedir comida o un pequeño apapacho. Paseaba solo y en silencio, además era un poco cegatón. Ante su presencia uno podía sentir su ternura y él ofrecía una actitud amorosa y tranquila. Increíble que uno pensara en sentimientos trasmitidos por un ser salido de la selva donde siempre suponemos el ambiente hostil y de alerta. Y aunque ya no está con nosotros porque murió de manera inesperada, siempre extrañaré a mi buen amigo Casquito
Con su ausencia entendí entonces que no se debe juzgar a nadie por una imagen y apariencia porque eso no permitirá conocer a un gran amigo y crecer así más como persona. Lo que uno aparenta y lo que se es de verdad es muy distinto. Así que antes de etiquetar a alguien date la oportunidad de conocerlo.