Esas pequeñas fortalezas

Cómo es que siento que el tiempo ha pasado tan pronto. Cuando la vida en común con una familia comienza. Tiene planes, sueños, actividades qué hacer. Cada quien toma su tarea, pensada, planeada o no,  sólo la hace.

La vida en la actualidad tan rápida tan súbita. Las rutinas hacen que se pierdan tantos sentidos en el camino. Las responsabilidades como las bolas de nieve, pequeñas al principio y repente tan grandes. Cuesta cargarlas pero se sigue.

La vida cotidiana absorbe, luego son los deberes. Los hijos crecen, ayudados, cobijados o no. Errores que se cometen, a veces se corrigen o se la pasa uno dando disculpas que no terminan. Las personas hacen lo que pueden a veces con lo que tienen, otras con lo que pueden conseguir y continúan con su camino.

Las fiestas, las diversiones o entretenimientos llegan a ser también monótonos y repetitivos. No se siente que sea uno mismo, se deja absorber y se pierde en el ruido de las ciudades, se deja uno llevar por los amigos o parientes. Pero la inutilidad de las actividades comienza a ser lo mismo. Se pregunta uno mismo si lo que hace tiene alguna finalidad.

Y en el fondo siempre está aquella cuestión deseada, ya empolvada, las telarañas del tiempo nublan la claridad de esos pensamientos que quieren aflorar. Uno ya no encuentra el principio de la madeja. Cómo es que se perdió entre tanto marasmo civilizado. Escudriñando siempre entre los recuerdos, deseando siempre encontrar algo de qué asiarse para continuar.

Uno siempre trabaja, va como loco de allá para acá, sube, baja. Hace bien sus deberes, bueno eso se piensa uno. Que va bien como padre, como madre, como hijo, como nuera, como yerno. Al final cuando termina uno su labor de eso, se queda encordado como no dejarse detener pero ya hay un espacio grande, cada vez más grande. Entonces uno se detiene y ve para atrás una multitud de años y de minutos, sin cuenta de cuándo pasaron, por qué no se detuvieron un poco más. Y suspira de tantas horas, minutos y días que pasaron en la inmensidad de cuestiones absurdas.

Acumular bienes, amigos, parientes, fiestas. Nunca se detiene, siempre querer más, las demandas de todos, partirse en tres en cuatro además de uno mismo. Y no sé porque se pone uno muy triste, si porque el final está más cerca o porque quisiera enmendar o seguir cometiendo errores y sentir más alegrías.

Y siguiendo con esa búsqueda interna, esa voz nuestra que nunca miente y que está siempre en uno, en la profundidad, sigue apoyando y logra entonces encontrar grandes vivencias, experiencias deliciosas. Esas pequeñeces que todavía se encuentran en un baúl muy personal, muy íntimo. Esas que no se escapan de la piel y de la memoria. Y se perciben momentos más buenos que malos y más generosos de contento que de pena o enojo. Esos que te dejan lágrimas de alegría, que no puedes dejar de pensar y querer traerlos de vuelta contigo. Y uno se abraza de eso con toda su alma.

Cada persona es el fuego cálido de esas vivencias, de esas que se hacen fuertes con el tiempo. Y como los diques que protegen de las tormentas, de las violentas mareas. Eso es lo vivido con las querencias. Entonces uno se vuelve fuerte y tornan las ganas y regresa el ímpetu y se inyecta de nuevo el espíritu.

Es así como esas pequeñas fortalezas son las que ayudan a recrear el sentido de la vida y la continuidad del deleite. Porque si bien el tiempo vuela, aún en las malas experiencias lo bueno siempre será más de peso.

 

Una personita

Nuestro mundo tan rico y tan misterioso. Tan lleno de vida y de colores. Miles de mundos diferentes al nuestro. Incluso dentro de cada persona hay más mundos: el de las células creando los órganos, el de la sangre con los nutrientes y éstos mismos con universos sin conocerse en su totalidad.

Todo esto es parte de la vida de nuestro planeta Tierra. Todo esto por conocer mientras nuestro despertar dure, tal vez años muchos años. Tal vez menos, nunca se sabe. La persona misma es un universo lleno no sólo de cuerpos y sistemas que nos ayudan a conocer el mundo externo, sino también un Todo lleno de ideas. Ideas que crecen y desaparecen. Ideas que no pensamos pero vienen de fuera, de los alrededores, de conectarse con otros.

Y sin embargo, es necesario un orden para entenderlo. Entonces comienza el martirio. Este orden requiere de estructuras, es decir, de reglas a seguir para un sistema lleno de cuestiones que atender y que aprender. De pequeños sólo seguimos la primera formación de ese orden: la familia. Nos dan cobijo, alimento, vestido y amor.

Así es este mundo cuando una personita nace y llega para residir en él. No pregunta, sigue esos caminos. Piensa que así es el mundo y lo acepta, no sin voluntad no con voluntad. Lo hace sin entendimiento, sin comprensión. Como parte del reino vivo se siguen los instintos del hambre y del resguardo. Pero se sigue sin entender tantas reglas. Se siente diferente el afuera y el adentro. No se pregunta se sigue la rutina, esto crea hábitos. Seguir una actividad una y otra vez hasta que se nos grabe como el hierro caliente en el ganado. Esto es bueno, dicen, organiza tu tiempo y coordina tus actividades.

Conforme crece esa personita, sigue sin entender. La familia, los padres, los hermanos siguen lo mismo. Hacer y no hacer, alcanzar y luchar. Y uno comienza a preguntarse para qué o por qué. Y aquella naturaleza prístina va desapareciendo. La familia dice reglas, hay que seguirlas. Papá y mamá igual. Rutinas, métodos, hábitos. Buscar una meta para eso es dicen todos ¿Una meta?

El mundo entonces pareciera tener mil cuestiones que atender y el adentro ahí se queda, escondido, confundido. Sigue el camino y no se pregunta confía en las personas que como ella la recibieron en este mundo tan material y tan incomprensible.

Qué podría preguntarse esa personita. Sólo lo que su poca información le dan sus queridos, aquellos con los que vive. Y no sabe si su mami que tanto la quiere le esté diciendo lo bueno o lo correcto. Lo adecuado y lo conveniente será, dice papá. Pero esa personita comienza a tener su propia estructura, débil todavía y aún no la entiende. Ella piensa en sueños, en fantasías, las que ve afuera, las que siente adentro. No le interesan las reglas ni su entrada a la escuela, le gusta correr y sentir eso que la hace contenta por dentro, eso que le permite reír y la conduce a los cielos de los niños, de las personitas. Siempre le gusta eso, no le importa levantarse o lavarse, ella insiste en el contacto con la alegría con la curiosidad, en un gusanito o una planta, en las nubes o en las montañas, en los ruidos extraños, en los olores, en sus manos y en el camino. Pero mami, siempre la sienta y la quiere quieta inmóvil, sin ensuciarse, siguiendo siempre las reglas. Papá casi ausente aunque la personita siempre lo siente tenso, enojado, está en casa pero no lo siente con ella. Mamá también, aunque con menos frecuencia. Siendo tan pequeña no debe elegir lo que quiere en ese momento o en ninguno. Si puede se escapa, sino entonces come cosas ricas y ve las figuras en una caja divertida. Le compran muñecas, semejantes a los humanos o cochecitos o espadas. La ropa también es reglamentaria, si va a la escuela el uniforme, todos iguales por si se pierde. Un pijama para dormir, vestido o pantalón. La familia igual se uniforman, ellos dicen son originales pero la personita los ve iguales a todos. No entiende diferencias, no entiende colores, los disfruta. No entiende los colores de la piel, el cabello o los ojos. Pero mami y papi sí, ellos le dicen si puedes esto, no puedes aquello. Si te equivocas hay castigo pero si lo sigues hay recompensa. La personita se imagina como los animalitos en la tienda de mascotas. Largos caminos que recorrer, si se elige el bueno, hay recompensa, sino el dulce desaparece.

Entonces va aprendiendo, todavía no sabe si bien o si mal. Sólo ve los dulces y los regalos, las princesas y los superhéroes. Quiere correr y volar, ser bonita o muy fuerte. Escapar a sus cielos y sus sueños, esos que se van desapareciendo con la edad. Con el demoler de su adentro para crear otra personita que no es la misma que nació.

Crece cambiada, bonita como mami quiere. Callada y obediente como a papi le gusta. Pero sigue sin entender el afuera y ahora su adentro ya no lo encuentra.

Pensando en el mañana

¿Qué fue lo primero que registró mi mente después de haber nacido? ¿Cuánto tiempo pasó desde aquel momento para que mi mente pudiera hacerme llegar algún recuerdo?

Estas son algunas preguntas que mi anciano abuelo alguna vez me comentó, entonces era un muchacho de quizás diez o doce años y al paso del tiempo, esas también se convirtieron en mis propias preguntas. En aquellos días, me esforzaba por volver el tiempo atrás y sin embargo, pocos, demasiado pocos eran y son mis recuerdos, quizás el más lejano es aquel vago escenario. Me acuerdo encontrarme en una habitación muy bien iluminada y que mi vista era muy al ras del piso. Todo aquello me parecía enorme: la duela color crema muy suave, los muros que la circundaban, también eran de tonalidad muy clara, quizás almendra y aquellas altísimas ventanas de marcos obscuros por donde penetraban directamente los rayos de sol. Todo estaba impecablemente limpio y lo sentía demasiado grande, alto, quizás era aquel lugar una casa de gigantes, pues aquel recuerdo me mantenía con la perspectiva muy cerca del suelo, y desde ahí, percibía el aroma a madera, apreciar sus detalles, las vetas dibujadas en la duela, las juntas increíblemente rectilíneas y finalmente, mis manos, pequeñas y regordetas apoyadas sobre el piso. En el momento de pensar en aquel vago y borroso recuerdo me doy cuenta de que hasta hoy puedo describirlo y darle nombre a las cosas que en aquel lugar había. Evoco la suavidad de la madera y el sentir intenso del sol a través de las ventanas tanto que lastimaba mi vista, los sonidos eran fuertes y claros a mis oídos y aquel perfume capturado ávidamente por mi olfato, las percepciones de mis sentidos eran muy profundas. Es un recuerdo que hoy se confunde en mis pensamientos y hasta he llegado a pensar que quizás solo es parte de un sueño, pero al igual que estos, los recuerdos, sobre todo los más antiguos, se entremezclan confundidos entre la realidad y la fantasía.

¿Cuántas veces en tu vida has pensado en esto?, me decía el abuelo

Lo que hagas hoy, no lo dejes morir en la rutina, guárdalo en tu mente y en tu corazón, para que mañana tu vejez sea rica… ¿sabes por qué los ancianos se encorvan?, decía el abuelo

Porque ellos cargan en su espalda sus recuerdos, entre más anciana y encorvada encuentres a una persona, más pesada y grande es su sabiduría, por eso cuando ves que les cuesta trabajo andar, es porque su sapiencia es enorme.

Cuando tengas dudas, acude a los abuelos…

Cuando mi abuelo murió, se fue con una sonrisa, pues en verdad me enseñó a no perder de vista… mi propia vida.

Fin

Alejandro Rodríguez Gaitán

Akén y la Sandalia Mágica

De pronto Akén se quedó con la vista fija, incrédulo, no podía creer lo que veía, le causó asombro pues acababa de hacer un gran descubrimiento. Tal vez el ambiente que lo rodeaba, en aquel momento de soledad, la intimidad de su habitación, el ángulo en que la luz penetraba por su ventana o quizá todo en su conjunto influyeron en este hecho, mas no podía apartar su mirada, había quedado como hipnotizado, los ojos bien abiertos, casi desorbitados, por un momento, incapaz de mover ni tan siquiera un solo músculo… ni un parpadeo. Akén, miraba aquel objeto tantas veces utilizado, tantas veces pisado, cada día, cada noche, tantas veces necesario, una y otra vez sin haberse percatado de aquel gran detalle.

Como en tantas otras ocasiones se había inclinado a tomar aquel objeto tan de uso común y cotidiano, pero esta vez algo atrajo poderosamente su atención y parecía ser casualmente la posición en que el objeto se encontraba, no la usual sino en posición opuesta, es decir, boca abajo. Debería haber volteado aquel objeto y calzarlo, mas ese día, algo atrajo su atención, de tal forma, que lo único que pudo hacer fue levantarlo y acercárselo al rostro.

Lo tomó entre ambas manos con delicadeza, asiándolo con sus dedos por el perfil, poco a poco lo acerco y alejó a su vista girándolo una y otra vez, hacia un lado y hacia el otro. Akén, estaba fascinado, absorto, ¡Akén descubrió la suela en su sandalia de baño!, pero, por primera vez y a su corta edad observó algo más, algo que parecía escondido, insinuado, había un patrón, flechas ordenadas, sí, pero observó que estas jugaban ante su mirada, o su mirada jugaba ante aquel patrón? Entonces, Akén comprendió el mensaje oculto en la suela de su sandalia. De manera casual o quizás fortuita pero finalmente real.

La sandalia le mostró un principio, un orden y conforme él quiso escudriñar encontró el mensaje, el patrón ahí estaba, lo tenía en sus manos, solo tenía que ser curioso, entonces descubrió caminos, senderos, direcciones, módulos y hasta un lenguaje, ¿acaso la sandalia hablaba? En realidad no de la manera que la mayoría pensaría, pero sí, la sandalia hablaba un lenguaje extraño que solo aquellos elegidos podrían llegar a conocer. ¿Era todo esto realidad o era consecuencia de una imaginación desmesurada?

Akén se sintió feliz y se dio cuenta que en adelante caminaría con mayor firmeza sobre sus propios pasos, pues la sandalia le había mostrado el cómo y también le hizo ver que su suela no solo servía para hacer contacto con el piso.

De tal manera fue la increíble experiencia de Akén , que un buen día -se dice- llegó aún más lejos, cuentan que con el tiempo aprendió a mirar en su sandalia una extraña suela escurridiza, quizás un portal a una nueva y desconocida Dimensión, pero esto en realidad -dicen otros- es puro cuento, más Akén esto lo guardó solo para sí como su gran secreto y nadie o quizá pocos supieron si aquello fue verdad.

¿Alguna vez has mirado la suela de tu sandalia y experimentado la leyenda del gran Akén?

Fin

Alejandro Rodríguez Gaitán

Aceptación

Palabra tan confusa como la incomodidad con que se recibe. Tiene tantos factores para dar cabida a esto que se confunde, lastima y se rechaza. La vida tiene este concepto que a diario ofrece situaciones que obligan a tomar lo que se va atravesando en el camino.

En primera instancia significa recibir voluntariamente todo lo que se nos presenta bueno o malo. Pero la voluntad de aceptar se daña cuando va en contra de la forma de ser, cuando se piensa que daña una parte de su mundo y que no puede funcionar si es recibido voluntariamente, por qué habría de hacerlo si causa dolor, decepción o sufrimiento cuando son cuestiones que violentan la esencia de un ser humano.

Porque es muy fácil aceptar eso que nos place o nos satisface porque se adapta perfectamente al pensamiento y estilo de vida. La mayor parte de las veces siempre resulta en una aceptación forzada una apertura a la que no se quiere llegar porque contraría los intereses personales o porque se tiene la visión de daño a futuro.

Esto no tendría por qué inquietar si no satisface simplemente se da la vuelta y sigue con su camino. Pero obsesivamente el pensamiento trae irrepetidamente eso que altera. Cabe detenerse en esa molestia y profundizar para alcanzar el punto importante y conocer el motivo por el cual esa aceptación es tan vulnerable en el comportamiento del hombre.

Si se entiende la razón por la cual se presenta la situación molesta llámese comportamiento, situación o maneras de ser, entonces será más fácil; o abandonar esa mala sensación y continuar adelante o conformarse y seguir lastimándose a sí mismo y resignarse a un modo de ser enfermizo que estanca. Esto no es cuestión externa, es un trabajo de introspección personal, es un enfrentamiento que causará recuerdos, resentimientos y corajes. Si después de sentirlos el ser humano con valentía se da cuenta que está fuera de su control, podrá avanzar fácil pero si daña su propia personalidad el trabajo interno tendrá que ser más intenso y constante, es como comenzar a crear el hábito de dejar pasar y continuar con la conciencia de que cada vez se está mejorando.

Si por el contrario la conformidad se incrementa, no hay desarrollo y se continúa con el pensamiento de no merecer una vida digna, es un círculo vicioso que lo mejor será o alejarse de eso o enfrentarlo con el escudo invisible de la fuerza por no continuar eso.

El carácter debe imponerse a pesar de las dificultades, fácil de decirlo y más titánico hacerlo aunque no imposible si quiere uno respetarse y amarse a sí mismo. Aceptar en muchos casos duele y más si hay impotencia en resolverlo. No hay magia ni milagros pero más dolerá si no recibe con el pensamiento de que no es posible cambiar todo lo que nos molesta, la aceptación es y será siempre la mejor opción para seguir adelante. Aceptarlo no es dejar a la deriva lo que espina el espíritu, es conocer que la idea de perfección muy personal en cada uno, es imposible. Lo posible es el cambio de actitud, es enfrentarse consigo mismo y darse cuenta que nada será a nuestra muy particular forma de ver el mundo y a las personas. Nada tiene por qué adaptarse a una persona, es ésta la que tiene que obtener la capacidad de entender, estar o no de acuerdo es otro asunto. Pero aceptar que así está este mundo o esta persona, es estar en paz con uno mismo ayudar si se puede, comprender también. Pero ofrecer en sacrificio la vida por una causa ajena sin la aceptación de aquella situación o ser, resulta desperdicio de esfuerzo y tal vez enfermedad y miseria espiritual. Nada vale tanto como la vida misma, así que es mejor cuidar primero la de uno para ayudar a los otros, sin peleas, sin corajes, sin decepciones, sin esperar nada a cambio. Imponer pensamientos o maneras siempre será un campo minado que indudablemente explotará en manos de quien quiera un cambio sin entender a lo otro.

No es una fórmula sencilla pero si muy efectiva y de cada uno depende el cuidar propia vida, sin incluir egoísmo. Esto es, me debo a mí mismo cuidándome y queriéndome, respetándome y no atormentarme por cuestiones fuera de mi propio control como ser humano.

APTITUD Y ACTITUD

La palabra aptitud sugiere todas aquellas capacidades y habilidades que se desarrollan de una manera natural en una actividad real y específica. Éstas nacen con el individuo y se irán develando según su medio ambiente, sus círculos de convivencia y todas aquellas personas que le ofrecerán buenas o malas experiencias. Y aunque es un potencial natural que puede ser muy útil para el crecimiento, depende sólo del individuo aprovecharlas con seguridad y entereza.

Ahora bien, la palabra actitud, significa un comportamiento, una conducta a seguir según los intereses de cada quien. Unos actúan por conveniencia, otros por resignación, otros con coraje y los más afortunados por convicción y templanza, es decir, con carácter e intensidad.

Muchas veces esas aptitudes sobre las cuales se puede detectar la vocación y lo que se quiere ser para el resto de la vida, están opacadas por la justificación de los errores y decisiones equívocas. Y si se toma en cuenta que día a día se va formando la existencia misma, hay que pensar o detenerse un momento y preguntarse a sí mismo: para qué quiero ser esto o aquello y por qué quiero hacerlo. Sin estas preguntas tan importantes, difícilmente se descubrirá el camino a seguir.

Qué es eso que busca un hombre cuando quiere una vida plena, qué es una calidad de vida. Será lo que me gusta pero no me sustenta en un mundo material o será todo lo material que puedo comprar si lo hago pero que con el tiempo se llenará de vacío el espíritu. Una sugerencia es reflexionar, analizar realmente qué es aquello con lo que cuento y cómo lo puedo utilizar a favor para ese proyecto de vida. Qué costará trabajo, por supuesto. Qué dará ciertas penas, claro. Pero si es lo que se quiere valdrá la pena tomarse un tiempo para comprenderse uno mismo, porque la vida es corta y es sólo una.

Así que con la actitud correcta y las aptitudes adecuadas el camino podrá ser menos difícil. No será posible abarcar mucho porque las caídas serán dolorosas, habrá pérdida de tiempo y no podrían trabajarse con calidad dos o más metas, es mejor una a la vez. Tomar un camino como medio para un fin podría ser más satisfactorio. Quizás uno que sustente las necesidades mundanas y otro que alimente el espíritu para crecer. Ser realista será siempre lo mejor aunque lastime. Y cuando la persona se dé cuenta de su verdadera vocación tendrá que elegir entre el uno o lo otro. Si se tienen aptitudes o habilidades para ser un científico y se desea esa ruta, no se puede tener la actitud de un bohemio o trotamundos. Si se tiene una actitud o conducta de disciplina en cualquiera que sea esa aptitud entonces será lo correcto.

Todos los grandes personajes siempre hacían lo mundano para recrearse en lo espiritual, en lo que llena como ser humano. Unos eran pulidores de lentes como Kant, otros fueron campesinos como Maquiavelo en el exilio, otros derrocharon la fortuna familiar para encaminarse a santos como San Francisco otros como Van Gogh tocaron fondo y nunca se dieron cuenta de su grandeza o como Mozart que sin una guía se hundió en los excesos sin captar realmente en esas aptitudes.

Así que tener la aptitud y la actitud precisas, serán siempre el mejor camino pero nunca sin esfuerzo.  Y el barco que se navega en la vida tiene dos direcciones y se moverán en la forma apropiada si se quiere llegar a buen puerto.

 

ES MI DESTINO

 

Cuántas veces se ha oído la expresión “es mi destino” y la persona acepta esto como algo ya planeado o escrito. El significado de destino es una meta ya determinada, no importa qué camino se escoja, qué persona se conozca o en qué tiempo se viva.

El desarrollo de acontecimientos así como el propio crecimiento del hombre contiene una serie de decisiones sobre la que construye una vida y sus metas. La persona crece con la firme intención de llegar a un lugar determinado a un hacer de su vida algo grandioso. De entrada, la intención siempre será de origen positivo y bueno. Esperando siempre lo mejor y trabajando con las muchas o pocas herramientas humanas y de conocimiento, se compromete primero consigo mismo y luego con el círculo en donde quiere proyectar eso pensado.

Pero igual que en el ciberespacio se navega también en la vida. Es nuestro propio barco, nuestra fortaleza. Hecha de materiales fuertes, de objetos útiles. Estudiamos cómo hacerlo, cómo formarlo, para qué y por qué. Será esa única nave la que se tendrá en este mundo y de la cual dependeremos para llegar al puerto deseado, ese puerto como los de la Mastretta.

Existen muchos escritos y autores que se han acercado a la teoría fatal del determinismo, uno de ellos es Schopenhauer, el filósofo pesimista. Da por hecho que cualquiera que sea el camino o la decisión de un hombre, su final estará siempre marcado. Unos piensan en un destino divino, otros piensan en un destino heredado y otros sin opción se hunden en la mediocridad, el conformismo y la resignación. Y siguen sus caminos rumiando así una frustración que con el tiempo crece. Se olvida por momentos, pero en la soledad se prefiere el ruido y los movimientos que aturden, que sumen eso que va doliendo.

Pero cualquiera que sea el pensamiento del hombre tendrá la opción de elegir, siempre hay un camino que seguir. También tomar en cuenta que la selección será una a la vez, no varias al mismo tiempo, sería estar jugando y perdiendo con frecuencia. Porque con varias metas quizá no se llegue al final o ni siquiera cerca de ninguna, se dejarán las cuestiones siempre a medias y se irá hasta el fondo de sus muy débiles impulsos por seguir adelante.

Posiblemente se piense que hay mucho en lo que se es muy bueno. Quizá sea cierto, pero la toma frecuente de rutas y decisiones no permitirá la visión completa de si eso que se persigue pudo o no ser para una vida satisfactoria. Cómo se sabrá si realmente se es bueno y comenzar a desechar opciones si no se llega nunca o a medio camino decide ya no continuar. Hay que medir siempre los beneficios y los perjuicios, los riesgos y las inconveniencias. Sentir que de verdad existe ese poder no de hacer, sino de fuerza, de intensidad como para continuar a pesar de cualquier otra circunstancia. Es ahí donde realmente se sabe quién se es y cuáles son sus límites y aún así persistir.

Para que una persona haya llegado a la conclusión de que su destino es uno ya marcado y no el que siente, requiere de una serie de factores que la hayan tentado a desistir en la búsqueda de un camino de pleno crecimiento. Encontrarlo como vocación es un observarse y sentirse a sí mismo en cada experiencia. Cada momento es un capítulo que se añade a la vida y eso cuenta para percibirnos en lo que queremos ser y hacer el resto de nuestra vida.

Aun así con estos tiempos acelerados a cada instante junto con las contaminaciones diversas, es como estar en el centro de un tremendo bombardeo. Entre la exigencia de entregas rápidas y eficientes donde se encuentra nuestro trabajo, la familia, amigos o novia. Contando con sonidos de claxons, TV, radio, celulares, autos y multitud de “entretenimientos”, la persona se va diluyendo en un marasmo que aturde y confunde.

Es de esperar que con tantas rutinas y actividades alguien se pueda guardar un tiempo para esa introspección muy personal. Las vidas pueden convertirse en dispersas y sin sentido. La rutina y el fastidio comienzan. Pero antes de llegar a este fondo, la persona ya siente la necesidad de un respiro y replantearse esos deseos de antaño.

Cuántas veces no se ha oído que el hombre es el arquitecto de su propio destino y es cierto. No se puede soltar una vida a favor de un destino que nadie conoce. Se sabe que moriremos pero no cuándo, nunca supimos si naceríamos y aquí estamos. Es muy cómodo dejarle todo a lo externo y quedarnos en nuestra zona de confort por dolorosa o sufrida que sea, a eso se le llama pereza falta de motivación.

Si la persona realmente desea sanar su camino, restablecer de manera satisfactoria su vida, la voluntad es un arma muy poderosa para hacer a un lado cualquier muralla, incluso las que uno mismo se va construyendo en su contra. Y por el contrario resulta que su meta la ve muy lejana y dolorosa antes de empezar, lo indicado serán metas más sencillas que sirvan de escalones hacia lo que se desea alcanzar. Lo cierto es que cuando la vocación llega no importará ni la edad ni la situación ni las circunstancias ni la herencia ni algo divino que tenga determinado ser lo que se es y lo que será al final del camino.

En la sociedad actual desafortunadamente se marcan etiquetas y caminos a veces muy complicados y parecería casi la maldición de Sísifo siempre recorrer la misma montaña sin llegar nunca a ella. Pero precisamente son estos obstáculos, los que efectivamente fortalecen el carácter de una persona, son esos peros que la sociedad impone los que encienden la creatividad y la chispa para continuar.

Todos pasamos por esos momentos oscuros en donde nuestra brújula pierde los caminos o se abren tantos que no sabemos hacia dónde ir. Es ahí donde el hombre debe encontrarse a sí mismo. Cómo puedo encontrarme preguntarán unos. En el fondo cada uno conoce cuál es esa pasión que nunca nos cansa, qué eso que me gusta hacer mejor y seguir perfeccionándolo y que eso que hago también llegue a los demás.

No importa cuál sea eso que somos o que pensamos ser, la honestidad hacia nosotros mismos siempre se moverá en el sentido correcto. Cuando se hace algo bueno y eso bueno es también igual hacia los demás se puede percibir la paz y la satisfacción al hacerlo. Porque finalmente el destino es nuestra elección y de nadie más.

Un click es mi vida


 

Aristóteles mencionaba que el fin supremo de todas las cosas es la felicidad del hombre y por su parte Sócrates decía que toda intención es buena en su origen. En estos últimos dos siglos y parte del naciente del XXI, la tecnología ha avanzado a pasos agigantados, brindándonos toda clase de comodidades.

En un principio la intención fue dejar de lado los procesos rutinarios en las máquinas y que de esta manera el hombre pudiera dedicarse a cuestiones más “importantes”, quizá como el cultivo del conocimiento a favor de una vida enriquecida y por lo tanto feliz.

En la actualidad, esta intención se ha perdido en el proceso, así que “comodidad” y “felicidad” se han transferido a un click de distancia entre un supuesto conocimiento y el acercamiento en la comunicación con el mundo. Lo que en teoría significaría la armonía con el mundo social tan importante en el desenvolvimiento del hombre.

Este click da el poder a millones de personas en el planeta de cambiar una y otra vez de campo en la interacción. Es decir, se puede con un click estar en un punto equis y cerrar, abrir, guardar y cambiar a cualquier otro tema que les apetezca.

La idea de control se perdió por la comodidad de oprimir un botón al arduo trabajo que implica el tener la duda en los contenidos. No se preguntaron o no supieron preguntarse los consumidores por qué y para qué. Porque el sistema es tan atractivo a la pereza y las imágenes tan fáciles a la complicada lectura de las letras.

Las personas se limitan a conocer las funciones básicas para llenar una necesidad de aparente comodidad, traducida en un falso estatus de modernidad. La tecnología no solo ha modificado la visión que del mundo el hombre tenía antes de la cibernética en masa. Transformó su estilo de vida y aumentó su inutilidad en el mundo.

Las personas se sienten perdidas si se extravía el celular o su Ipad, Tablet, Lap Top. Se hizo a la persona en discapacitada mental, “obligándola” sutilmente a absorber una confortabilidad y disminuyendo su capacidad crítica. Y lo que es peor ha llegado hasta la raíz de la humanidad que son los niños a través de juegos de video “educativos” que solo los incita a seguir un camino sin análisis de comprensión y por lo tanto inútiles de decidir o salir al mundo real.

Ya no se pregunta, la curiosidad por la cual nace todo conocimiento se ha perdido. San Internet ahora es el omnipresente y omnisciente que todo lo sabe, el que hace “famosos”, “crea millonarios” y esparce la luz en el planeta. Teniendo además el control de la información que aquí se deposita. El mundo se ha vaciado en un aparatito a un lado de un café o pizza.

Y esto no es nuevo. Desde hace más de un siglo las grandes corporaciones se dieron a la tarea de convertir al campesino en un obrero listo para ser incluido en la producción en masa, quitándole cada vez el control de su proceso productivo y después disminuyendo su capacidad de decisión y análisis.(1)

Por supuesto que hubo resistencia, la gente en un principio se rehusó y aceptó grandes castigos y vejaciones pero al final no es fácil tener la panza vacía y tuvo lo básico a cambio de adoptar el conformismo y la estupidez.

Ahora vemos a los ejecutivos con un aparatito, con un click navegar a tantos mundos que resulta indescriptible imaginarse un mundo real a través de un mundo virtual y sólo de eso somos dueños de un click para “tener el control”. Por otro lado el click no solo elimina ese tal control en la que la persona cree tener confinado todo el conocimiento del mundo.

Todo esto resulta tóxico sobre la atención de las personas. Al oprimir el botón tantas veces desee la persona, no finaliza una acción. Constantemente sus dedos se ven colapsados en el movimiento del aparato que su enfoque de objetividad se pierde.

Y sino haga la prueba, siéntese frente a una computadora, lap top , celular o Tablet y verá que cada portal que consulte aparecerán siempre detalles en la información tal vez en imágenes o títulos de diferente color, la “manita” o el “cursor” siempre nos conduce hacia más y más información, nunca se termina la acción y la atención siempre salta de lugar en lugar, muy conveniente para el tan famoso déficit de atención, atención dispersa y persona hiperactiva no controlada y en muchos casos con medicamentos y lo que es peor la confusión entre un mundo real y el virtual. Un lado tóxico favorable a la desaparición del pensamiento crítico.

Se pierde de vista lo fantástico de la tecnología, lo indeseable es la estupidez con que se utiliza.

 

  • http://issuu.com/enguita/docs/la-cara-oculta-de-la-escuela

Comprensión Vs. Entendimiento

 

Querer o no entender todo lo que nos pasa es una cuestión pero comprender lo que estamos entendiendo es otra. También en muchas ocasiones se utilizan estas palabras como sinónimos para enriquecer el texto o el discurso. Todo esto es verdad, se puede entender el mecanismo de una máquina, cómo hacer las ecuaciones, hacer un pastel o entender cuándo las cosechas pueden ser buenas o no.

Pero cuando entramos con estas palabras al interior del ser humano resultan ser totalmente distintas. Entender el por qué de ciertas actitudes puede resultar más fácil que comprender qué fue lo que se movió para actuar de tal o cual forma.

El entendimiento requiere a la razón pero la comprensión nace del corazón. Se discierne con los tejidos de razones y lógica, de lugares y situaciones antecedentes. Pero la capacidad de comprensión rebasa a la de entendimiento, en la profundidad, con la manera de ser de cada persona, no es la intuición ni la percepción, es el sentir la integración de lo que la mente desmenuza con las dudas aplacadas pero la curiosidad viva. Es donde comienza el conocimiento real, útil y benéfico para relacionarse en un ambiente amigable que elimine los mayores riesgos al actuar.

Para comprender una situación o a otro ser humano es indispensable capturar la esencia, lo que no dice la  fr{ia razón. La voluntad y la curiosidad son factores importantes. La curiosidad es el primero, el comienzo de un interés ingenuo pero persistente hasta que crece el interés verdadero que va con la voluntad y esto hace ahondar más en aquello que tanto inquieta.

Por otro lado inquietud que es el no estar tranquilo hasta que toda duda se despeje, hasta que el espíritu humano sienta que ya no hay nada que preguntar porque esa comprensión ya está en lo profundo de su  ser como humano.

Es como dictarle a alguien la definición de un valor humano como la honestidad o la lealtad y que aunque ésta sea entendida no está dentro de su espíritu, de su manera de ser. Eso es la comprensión el saber por qué se hace esto o aquello y no sólo el mecanismo por el cual se cumple el objetivo.

Por eso es tan importante el conocimiento de todas las palabras en todos los contextos de nuestra vida. Entender y comprender dentro de la forma de ser de un individuo será muy importante en la toma de decisiones en su vida. No es como aprender matemáticas o geografía o estadísticas o una carrera, doctorado. La comprensión en el ser humano va más allá de cualquier letra o hecho y eso se dará con la experiencia, la convivencia con el mundo y la reflexión.

 

 

 

Motivación

Tal vez resulte un tanto extraño tratar de entender la palabra. Según su etimología se origina del prefijo “moverse a”. De manera que una motivación es el movimiento o la actitud para llegar a un objetivo material o inmaterial. Pero cómo es que llega esa razón por la que se activa la voluntad que tiene su origen en el “hacer por propio deseo”.

Las necesidades del cuerpo como el comer, dormir y otras, no son problema de motivación o de actuar para conseguirlo. Pues siempre alguien la proporciona cuando somos niños o cuando se es adulto se proveerá él mismo por sus propios medios. La interpretación de motivación en el ámbito del desarrollo humano entendido como el crecimiento de habilidades, conocimiento y destrezas para funcionar en armonía con su mundo interno y externo, no se refiere en este caso a la incursión en una empresa o actividad material. Hablamos de cómo el aumento de esas habilidades funciona en plenitud en el espíritu del hombre. El espíritu que necesita para darle sentido a su vida.

En la idea de motivación se incluye un interés personal del cual fluirá el pensamiento de cómo llegar a esa meta. Puede ser que en muchos casos se cuestione para qué o por qué habrá que conseguirlo, lo cual parecería lo más lógico si se quiere tener éxito. Pero lo cierto es que en la mayor parte del tiempo el ser humano actúa por deseos, válidos o no. Al percibir en el medio externo la idea de tener o poseer algo, comienza la motivación.

No hay nada que se pueda hacer si un motivo. El cuerpo y la mente no se moverán si el objetivo no toca una fibra que mueva realmente un interés vivo por aquello. Porque si bien hay cuestiones en donde la motivación resulta ser forzosa como el trabajar o comer. Lo interesante es que ésta será tan grande como la persona quiera que sea. De tal suerte que si no siente un interés o una curiosidad por algo o alguien, difícilmente se podrá contar con el éxito deseado.

Si no hay una motivación real que mueva el espíritu de la persona lo único que se podrá obtener de ella será lo mínimo por el mínimo esfuerzo. No se generará ni siquiera la intención de esfuerzo o coraje por crecer,  por desarrollar aquello que le permita caminar hacia lo que más desea o quiere.

El ser humano, sin este ingrediente tan importante, tendrá que buscar el por qué o para qué desea esforzarse para conseguir o recibir. Sin esto es muy probable que la persona crezca de manera mediocre o conformista.

Cuando somos niños lo hacemos para complacer a nuestros padres; éstos lo hacen porque es por ley o porque es una costumbre que los niños deban ir a la escuela o porque necesitamos que estén guardados en algún lugar mientras obtenemos lo suficiente para mantener un nivel de vida deseado. Esas pueden ser motivaciones válidas o no, eso cada quien lo decide, pero la fuerza que genera toda acción debe ser tan grande que pueda sobreponerse a cualquier dificultad y obstáculo, punto en el que también se necesita que ese querer hacerlo sea tan fuerte como para que se haga acompañar de herramientas como el conocimiento y la destreza. Y estén a su servicio para mejor acomodo de sus decisiones o determinaciones.

Los deseos o motivos personales serán siempre los más fáciles y sin un esfuerzo constante, son volátiles y desaparecen cuando quedan satisfechos, no hay nada más adelante que genere seguir creciendo como ser humano. En este sentido el espíritu del hombre puede no crecer, estancarse. Porque no necesariamente quien tiene todo lo material cubierto es una persona plena en su espíritu. Entendiendo como espíritu aquella fuerza que nace de un motivo suficientemente fuerte para resistir los obstáculos y la frustración.

La motivación debe contener el esfuerzo por seguir aquello que desea sin menoscabo de obstáculos o reticencias en el camino. El proceso por el cual puede llegar a esta meta, resultará mucho más benéfico que la meta misma. Porque al ver su objetivo aproximarse su motivación será otra y el objetivo también y su carácter se habrá fortalecido.

No tener motivación implica el no avance de la persona, el no recorrer el camino por el cual puede obtener ese fin y resultará muy difícil que otra persona pueda o quiera ayudar a otra, si en sí mismo el espíritu del hacer no está bien descrito en el interior de cada uno.

Entre más esfuerzo más fuerte y entre más fuerte aumenta el poder y la confianza en obtener lo que se quiere. Por eso es importante para la motivación contestar:

¿Por qué tengo interés en hacer eso? y

¿Para qué quiero conseguirlo?

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