Cuántas veces se ha oído la expresión “es mi destino” y la persona acepta esto como algo ya planeado o escrito. El significado de destino es una meta ya determinada, no importa qué camino se escoja, qué persona se conozca o en qué tiempo se viva.
El desarrollo de acontecimientos así como el propio crecimiento del hombre contiene una serie de decisiones sobre la que construye una vida y sus metas. La persona crece con la firme intención de llegar a un lugar determinado a un hacer de su vida algo grandioso. De entrada, la intención siempre será de origen positivo y bueno. Esperando siempre lo mejor y trabajando con las muchas o pocas herramientas humanas y de conocimiento, se compromete primero consigo mismo y luego con el círculo en donde quiere proyectar eso pensado.
Pero igual que en el ciberespacio se navega también en la vida. Es nuestro propio barco, nuestra fortaleza. Hecha de materiales fuertes, de objetos útiles. Estudiamos cómo hacerlo, cómo formarlo, para qué y por qué. Será esa única nave la que se tendrá en este mundo y de la cual dependeremos para llegar al puerto deseado, ese puerto como los de la Mastretta.
Existen muchos escritos y autores que se han acercado a la teoría fatal del determinismo, uno de ellos es Schopenhauer, el filósofo pesimista. Da por hecho que cualquiera que sea el camino o la decisión de un hombre, su final estará siempre marcado. Unos piensan en un destino divino, otros piensan en un destino heredado y otros sin opción se hunden en la mediocridad, el conformismo y la resignación. Y siguen sus caminos rumiando así una frustración que con el tiempo crece. Se olvida por momentos, pero en la soledad se prefiere el ruido y los movimientos que aturden, que sumen eso que va doliendo.
Pero cualquiera que sea el pensamiento del hombre tendrá la opción de elegir, siempre hay un camino que seguir. También tomar en cuenta que la selección será una a la vez, no varias al mismo tiempo, sería estar jugando y perdiendo con frecuencia. Porque con varias metas quizá no se llegue al final o ni siquiera cerca de ninguna, se dejarán las cuestiones siempre a medias y se irá hasta el fondo de sus muy débiles impulsos por seguir adelante.
Posiblemente se piense que hay mucho en lo que se es muy bueno. Quizá sea cierto, pero la toma frecuente de rutas y decisiones no permitirá la visión completa de si eso que se persigue pudo o no ser para una vida satisfactoria. Cómo se sabrá si realmente se es bueno y comenzar a desechar opciones si no se llega nunca o a medio camino decide ya no continuar. Hay que medir siempre los beneficios y los perjuicios, los riesgos y las inconveniencias. Sentir que de verdad existe ese poder no de hacer, sino de fuerza, de intensidad como para continuar a pesar de cualquier otra circunstancia. Es ahí donde realmente se sabe quién se es y cuáles son sus límites y aún así persistir.
Para que una persona haya llegado a la conclusión de que su destino es uno ya marcado y no el que siente, requiere de una serie de factores que la hayan tentado a desistir en la búsqueda de un camino de pleno crecimiento. Encontrarlo como vocación es un observarse y sentirse a sí mismo en cada experiencia. Cada momento es un capítulo que se añade a la vida y eso cuenta para percibirnos en lo que queremos ser y hacer el resto de nuestra vida.
Aun así con estos tiempos acelerados a cada instante junto con las contaminaciones diversas, es como estar en el centro de un tremendo bombardeo. Entre la exigencia de entregas rápidas y eficientes donde se encuentra nuestro trabajo, la familia, amigos o novia. Contando con sonidos de claxons, TV, radio, celulares, autos y multitud de “entretenimientos”, la persona se va diluyendo en un marasmo que aturde y confunde.
Es de esperar que con tantas rutinas y actividades alguien se pueda guardar un tiempo para esa introspección muy personal. Las vidas pueden convertirse en dispersas y sin sentido. La rutina y el fastidio comienzan. Pero antes de llegar a este fondo, la persona ya siente la necesidad de un respiro y replantearse esos deseos de antaño.
Cuántas veces no se ha oído que el hombre es el arquitecto de su propio destino y es cierto. No se puede soltar una vida a favor de un destino que nadie conoce. Se sabe que moriremos pero no cuándo, nunca supimos si naceríamos y aquí estamos. Es muy cómodo dejarle todo a lo externo y quedarnos en nuestra zona de confort por dolorosa o sufrida que sea, a eso se le llama pereza falta de motivación.
Si la persona realmente desea sanar su camino, restablecer de manera satisfactoria su vida, la voluntad es un arma muy poderosa para hacer a un lado cualquier muralla, incluso las que uno mismo se va construyendo en su contra. Y por el contrario resulta que su meta la ve muy lejana y dolorosa antes de empezar, lo indicado serán metas más sencillas que sirvan de escalones hacia lo que se desea alcanzar. Lo cierto es que cuando la vocación llega no importará ni la edad ni la situación ni las circunstancias ni la herencia ni algo divino que tenga determinado ser lo que se es y lo que será al final del camino.
En la sociedad actual desafortunadamente se marcan etiquetas y caminos a veces muy complicados y parecería casi la maldición de Sísifo siempre recorrer la misma montaña sin llegar nunca a ella. Pero precisamente son estos obstáculos, los que efectivamente fortalecen el carácter de una persona, son esos peros que la sociedad impone los que encienden la creatividad y la chispa para continuar.
Todos pasamos por esos momentos oscuros en donde nuestra brújula pierde los caminos o se abren tantos que no sabemos hacia dónde ir. Es ahí donde el hombre debe encontrarse a sí mismo. Cómo puedo encontrarme preguntarán unos. En el fondo cada uno conoce cuál es esa pasión que nunca nos cansa, qué eso que me gusta hacer mejor y seguir perfeccionándolo y que eso que hago también llegue a los demás.
No importa cuál sea eso que somos o que pensamos ser, la honestidad hacia nosotros mismos siempre se moverá en el sentido correcto. Cuando se hace algo bueno y eso bueno es también igual hacia los demás se puede percibir la paz y la satisfacción al hacerlo. Porque finalmente el destino es nuestra elección y de nadie más.